lunes, 12 de octubre de 2009

Dios me libre y me guarde

“Santo Cielo”

Desde la primera entrada de Platos Rotos he puesto en la parrilla gran parte de mi. Por definición este blog es una sumatoria de momentos de mi vida mezclados con situaciones gastronómicas. Como un revuelto Gramajo de amores, tenedores, desamores, sartenes, encuentros y manteles a rayas.

Platos Rotos que me alimentan el espíritu, sin quererlo me condimentan el alma y de casualidad me entregan como pan caliente conclusiones extraordinarias que unen los ingredientes del amor y el comer como sólo el arte de la cocina lo puede hacer.

Y claro, en alguna entrada iba a descubrir que el amor, al igual que la comida muy elaborada y en exceso, empacha.

Los que no empachan son algunos de los lugares nuevos que ofrece la ciudad para comer. Diverso, retro, almodovariano (kitsch), flexible y con sutiles pinceladas de identidad y criterio aparece sobre el boulevard un cielo santo de nuevos-viejos sabores.

Apuramos un vino espumante y pedimos un wok de vegetales. Pancitos y verduras asadas pisadas acompañaron la espera (el pan esperó demasiado en la despensa).

La casona de Santo Cielo tiene un pasillo central que permite ver el boulevard desde las barras del fondo, siempre se puede ver quien llega y quien se va. Algo quedó de la decoración de la vivienda cuando le daban uso doméstico, sin ingenuidad alguien supo combinar esas huellas del 80 con el resto de la decoración actual. Las habitaciones se desdibujaron con el derrumbe de las paredes para generar un gran espacio que materializa la idea de cielo: un lugar desde el que todo se puede observar y al que todos pueden mirar.

Los vegetales aterrizan en un mantel de hule estampado. El avión es un plato color uva intenso, gigante y muy atractivo. El sabor es típico, la salsa de soja es el telón de fondo y las semillitas son las luces del primer plano. La temperatura del plato es excelente. Para quienes nos gustan las cosas intensas, la comida caliente se agradece.

En el segundo vino burbujeante toda la noche dio vueltas y el cielo se puso a los pies. Las mesas del restó se evaporaron y la gente charlaba parada o sentada en banquetas. La música tuvo su momento, su espacio y su público.

Santo Cielo! De los recuerdos del empacho Dios me libre y me guarde…

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